Verdaderos presos políticos
Por: Miguel A. Jaimes N. – M sc. Ciencias
Jueves, 22/10/2009 08:45 AM
En Venezuela, a partir de los años sesenta se dio un proceso de cacería contra los revolucionarios que literalmente irrumpieron contra las políticas desviadas de la derecha venezolana, literalmente, cientos de hombres y mujeres fueron torturados hasta el enloquecimiento y la muerte.
Se practico de todo contra indefensos y sublimes seres humanos que eran capaces de dejarse morir, sin que de sus bocas se delatara la resistencia revolucionaria, muchos de ellos, aun están, a algunos se les olvido lo vivido y hoy se arrastran con la derecha, otros, muy dignos se mantienen como incólumes revolucionarios, incluso, andan hasta en silencio.
Recordar hechos, sucesos, fechas, heridos, torturados y muertos, no es cosa fácil, es necesario, pero no es fácil. Los acontecimientos que narrare, esconden la historia trágica y negra de nuestra suciedad política, ya que no podría llamarle sociedad, y que al igual que ahora, muchas veces contada, y la cual jamás debemos olvidar, sobre todo cuando andan una sarta de parejitas gritando por allí que son presos políticos, acusando que este régimen les ha torturado y que les persigue.
Estas notas pretenden ir hacia ellos, pero también hacia nosotros, como muestra de lo que pasara si la derecha venezolana, la cual en toda su historia política a develado rasgos de ser fascista, y muy miserable.
Era el año de 1958 cuando una expresión de la sociedad mundial erigió los caminos del socialismo contra la crueldad derechista, en Venezuela la afilada fiereza contra estos jóvenes la desato la dictadura de Acción Democrática y Copei, quienes en un engaño de alternabilidad gobernaron al país por más de cuarenta años.
Juntos crearon la más temible estructura militar policial, entrenada en la Escuela de las Américas en Panamá, en los propios Estados Unidos, llegando incluso los comandos venezolanos de la DISIP y de la entonces PTJ, hoy CICPC, a ser entrenados en Israel.
Degollaban vivos a palestinos en los campos de tortura israelí, para que los funcionarios como Iván Simonovis, experto francotirador de la PTJ viese como había que masacrar a los revolucionarios. Aquí nadie se pregunta, ¿Cuántos seres humanos asesino Iván Simonovis para ganarse el titulo de francotirador por parte de los israelitas? Esa verdad, tiene que ser develada, sacada, decirle al mundo el ejemplo de este homicida.
Todo en la vida debe de pagarse, dicen lacerantemente los abuelos, y ese poder espiritual debe ser cierto, por eso, digo con todo respeto hacia Iván Simonovis, que su condena de 30 años de prisión, es justa, se la merece.
Producto del asesoramiento militar por parte de EE.UU e Israel, el Ministerio de la Defensa impone la creación de los Teatros de Operaciones (TO) creando cinco en el país, siendo uno de los más sangrientos el TO-5 de Yumare, sitio lúgubre donde se dieron las más feroces torturas y desapariciones, allí mismo había una pista militar de aterrizaje no asfaltada, la misma estaba rodeada de maleza, sitio que la hacía lejana e impenetrable, en ella se cansaron de lanzar a toda hora del día, a guerrilleros aun vivos, torturados, las feroces palizas infringidas a sus cuerpos las terminaban lanzándolos desde lo alto de los helicópteros militares.
Posteriormente a esta pista le colocaron capas de asfalto, y allí esta, aun funciona, este fue el mismo Teatro de Operaciones que ordeno abrir Jaime Lusinchi con el fin de combatir a reductos de la insurrección venezolana, allí llevaron aun vivos a quienes masacraron en lo que se conoció como la masacre de Yumare, en este sitio los torturaron, les partieron sus pómulos a culatazos, y a la única mujer le destrozaron sus senos a machetazos, López Sisco, está fue su obra, verdadero maestro del crimen político en nuestro país, el mismo que se encuentra refugiado y se dice llamar preso político desde algún país centroamericano.
En uno de estos TO existía un tenebroso lugar llamado “La Carpa de la Verdad”, una negra carpa acondicionada con innumerables implementos de tortura, ganchos de acero que inmovilizaban los pies a la altura de los tobillos y se sellaban con un candado, desde el medio eran colgados hombres y torturados hasta que se venían en vomito de sangre.
Allí entraban los torturadores, primero, los de la DIGEPOL y ahora, los de la DISIP, igualmente los más experimentados, diestros y probados comandos de las cuatro fuerzas militares.
En los bares cercanos de oscuras prostitutas, donde las manchadas paredes de las habitaciones olían al hedor de un colchón, estos torturadores saciaban sus mentes de los gritos de sus escalofriantes victimas, después iban a las iglesias para que los curas les regaran agua bendita y les llegara el olor del sahumerio y el trinar de las campanas, así, creer que lavaban sus pecados antes de ir a tocar, darle un beso o contestar y pedir la bendición de sus hijos o de sus madres.
La verdad, aun sigue vivo lo que fue el campo de concentración de Cachipo, Tacarigua con la Isla del Burro, creada en la presidencia de Rafael Caldera, el más cristiano de nuestros presidentes.
Responsables de encarcelamientos, torturas e injustos juicios, como a los que sometieron a los campesinos Pilar Pérez y Anastasio Rodríguez. Pero la saña de sus verdugos no quedaba allí, y el padre de las torturas venezolanas, Rómulo Betancourt, supervisaba personalmente las cárceles y Teatros de Operaciones donde depositaban a cientos de guerrilleros.
La cárcel de La Planta, la cárcel de Trujillo, la cárcel de sabaneta en el Estado Zulia donde estuvieron Zabala y Ochoa, El Cuartel San Carlos, todas vieron pasar a los Farías, Machado, Márquez, García Ponce. La cárcel de Coro sintió la palabra y la furia estratégica del Chema Saher.
No habían leyes que defendían la dignidad humana, así, instrumentaron juicios masivos como el que instalaron en Conejo Blanco, un verdadero estadio lleno de presos políticos, ellos en las gradas y sus esbirros condenándolos desde improvisados pupitres, enflusados, con sus cabellos llenos de gomina, sus lentes de pasta negra y sus bigotes recortados, mientras desde las gradas de aquel estadio Los Cimarrones entonaban himnos revolucionarios en cada condena.
En el Guarataro se realizaban detenciones masivas capturando revolucionarios, igual sucedió en los pocos y dignos curules del senado y del congreso, senadores como Emiro Arrieta y diputados como Héctor Rodríguez Bauza, eran empujados por los fusiles de la guardia Nacional, llevados esposados uno al otro para emprenderles juicio.
Ya se encontraban detenidos y condenándolos Sáez Mérida, Eduardo Machado, Juvencio Pulgar, Solórzano, Colmenares, Carlos Lanz, Freddy Muñoz, José Enrique Mieres, los profesores Tito Núñez y Frank Ortiz, Diego Salazar, Eduardo Liendo, quien era un fuerte muchacho, ahora flaco y pálido de tanto pasar y pasar hambre.
Encarcelados los periodistas Héctor Mujica del Partido Comunista, Eleazar Díaz Rangel, Oswaldo Castro, quien mostraba su espalda lacerada, morada, llena de hematomas de las golpizas que recibió, Richard Izarra, Doris Francia, David Nieves, Paul del Rio, Leobaldo Solórzano, Rafael Uscategui, Carlos Betancourt, Rafael Toro Torres, Dimas Petit, Juan Carlos Crespo, Douglas Carrasco, hombres de miradas desesperadas tras los barrotes, donde colocaban sus débiles dedos tocando aquella injuriosa política dictatorial.
Desde aquellos momentos ya se empezaban a sentir los sables bolivarianos, y fueron aquellos militares que participando en varias intentonas insurreccionales, junto a otros que se incorporaron a las filas de la revolución, quienes fueron dignamente a las cárceles de la injustica, así, eran encarcelados y llevados a juicio Manuel Ponce Rodríguez, Molina Villegas, José María Galvis, el Capitán Víctor Hugo Morales, el Teniente de Fragata Pastor Pausides González, los Alféreces Freddy Figueroa y Rafael Sierra Acosta, el Capitán de Fragata Pedro Medina Silva y Rafael Simón Carrasco.
Nadie se escapo, ningún sector revolucionario paso ileso, este fue el caso de innumerables mujeres luchadoras, “cuando escucho el verbo ser mujer, no tengo otra alternativa que recogerme y dejar que su velo de bondad, disciplina, abnegación y sobre todo el de ser madre, arranquen la pasión por la libertad”.
Ningún torturador de estos que participaron tratando de quebrar la oblación de lucha, está en paz consigo mismo, el espíritu de tantas madres, estoy seguro, a de perseguirles por la cobardía de torturar a sus hijos, encarcelarles injustamente, solo por proponer ideas, e incluso, llegar hasta su muerte.
Las mujeres, madres, luchadoras del ejemplo fueron Adina Bastidas, primera Vicepresidenta de esta noble nación, la siguieron Marina Suzzarin, Carmen Teresa Silva, Ana Josefina Sierra, Clara Borett de Padilla, Carmen Aurora Parra, Constanza Centeno, Emperatriz Guzmán, las valerosas presas del Cuartel San Carlos: Nancy Zambrano, Emperatriz Pírela, Luz Odilia Carrasquero, Ketty Mejías, Lidice Navas, Vanessa Davies, Blanca Rosa Eekouth, Lilian Cristina, Ana Ramírez, Primitiva Rodríguez y Norelis Pérez Marcano.
Si nosotros no tuviéramos historia, esta no nos permitiría enterarnos y analizar los que hoy no están con nosotros, y no me refiero a su ausencia de vida, describo la presencia física en ausencia, aquellos que fueron ejemplo, valor y coraje, pero que se dejaron ofuscar en sus pretextos personales, algunos de ellos traicionando doblemente a la gente que ayer noblemente les siguió.
Me refiero a Luis Miquilena, Teodoro Petkoff, Agustín Blanco Muñoz, Héctor Pérez Marcano, Américo Martí, Pompeyo Márquez, Argelia Mielet y Gabriel Puerta Ponce, a quien lo torturaron ferozmente, pero hoy esta con sus torturadores adeco-copeyanos.
Cuando miro lo vivido por estos seres humanos, advierto a los presentes de lo que nos pasaría si la pavura adeco copeyana se adueñara nuevamente de nuestra libertad, de nuestra constitución y de nuestras instituciones. Ya tenemos una historia que nos ha tocado mucho superar, retroceder seria perdernos por varios siglos.