Los exiliados de la pobreza

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Por: Miguel A. Jaimes N. (*) – M sc. Ciencias

Miércoles, 12/08/2009 09:22 AM

El arrabal sufrido, perseguido, enjuiciado, expulsado, quien se levanta a las tres de la mañana a preparar el fogón para sus hijos y esposo, aquellos que resistieron la larga homicida hora neoliberal, quienes marchando pedían trabajo en los principales centros que en un principio fueron formados, desmigajados con ilusiones de trabajo, sin derecho a salud, educación ni comida, viendo que no existía nada, todo había sido arrasado.

Los opacos con escurridos bolsillos juntando hacían la vaca para comprar la lámpara del quirófano, la bandeja de operación. Esto, mientras los países se rendían ante el capital antes que ponerse al lado de los oprimidos, quienes no teniendo nada eran capaces de dar colaboración, propinas, limosnas, incluso engañados con campañas agotadoras de telemaratones o potazos pidiendo para cualquier cosa.

La estafa, perfidia, engaño y maledicencia fueron la orden del día, países saqueados, presidentes derrocados que mas nunca vuelven a ser nombrados, la oscura hora impacto continentes y solo los más sagaces y soñadores se quedaron o se devolvieron después de duros kilómetros tras resguardar a sus más queridos.

Como explicar que tantos niños toman comida sopeteada casi descompuesta de un pote de basura, críos indiferentes, marcados sus corazones y sus almas, vendidos incluso por la ignorancia de sus padres, abusados por ellos mismos o sus padrastros.

No esperamos palmas por que se reconozca nuestro sufrimiento o resistencia, los que huyendo de la geopolítica del terror han aguantado la polvareda indomesticada que poco a poco o intensamente en los peores casos te sacaron de las listas de la igualdad y metiéndose en la de los privilegiados saquearon desde nuestro oro hasta hoy con nuestro petróleo.

No esperamos gritos por haber resistido tanto, saben de las voces, las que se levantan para arrullar las palabras débiles, para arrear los párrafos tristes, melancólicas perdidas, no son las ondas perdidas que hoy intentan ser arrebatadas por los que mienten desde los medios de comunicación. Pero aun vacilamos en la alternativa.

No esperamos loas por lo que decimos ni por las buenas palabras que conjeturamos con nuestros indios, morenos, negros, con los del barrio, sabanas, montañas, desiertos, playas. Por todos aquellos retirados.

Solo ofrecemos la ruta correcta, la que se ha debatido en la maldad, la que le gano a la perfidia injusticia, quien lucha contra los macarras de la moral en los años duros donde se apartaba al que no caminaba, a quien en una torcida cama blande sus recuerdos paralitico por un derrame cerebral o por las balas de la delincuencia legal como ilegal.

(*) Doctorando

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