La Mentirosa Historia

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Por: Miguel A. Jaimes N. – M sc. Ciencias

Domingo, 06/09/2009 03:19 PM 

José Antonio Páez, era un campesino escondido en los Llanos Venezolanos, tras haber asesinado a un contrincante en una de sus peleas vagabundas, oyó del ejercito libertador, y la única manera de salir de los pastizales, era uniéndose a este.

Estando en las filas patrióticas, Bolívar se entera de la muerte de varios pobladores en la población de Hachaguas, inmediatamente, nombra a Páez con el grado de General, para que se ponga al frente de aquel estado, y garantice estabilidad en la naciente república.

El nuevo General, inmediatamente empieza las confabulaciones contra El Libertador, y este, en una oportunidad le escribe una nota, “Recuerde que Ud., es General de estos ejércitos victoriosos por mí, recuerde que salve su vida, cuando esta no le valía nada. Siendo ahora, muy desleal de su parte, emprenderme traiciones”.

Esta es la razón, porque Páez, es uno los muy pocos sobrevivientes de nuestra lucha independentista, los demás valientes de aquel primer ejercito, fueron asesinados, expulsados, desterrados, encarcelados y los pocos que quedaron, fueron olvidados.

José Antonio Páez, fue el segundo presidente de nuestra recién constituida nación, un mandatario con un pasado homicida, y en su haber político, preñado de una y otra traición más.

Años después, Páez regresa al campo de la batalla de Carabobo, allí, montado sobre su brioso animal, desde una loma, en silencio, meditabundo, empieza a mover su caballo, y narra aquella ofensiva.

¡Aquí estaba La Legión Inglesa, todos inmolados por nuestra patria!, su equino empieza a trotar, ¡aquí cayó un valeroso combatiente!, su caballo corría briosamente, gritando afirmaba, ¡por aquí rompimos el cerco de los fuertes realistas!, levantaba polvo en cada una de sus carreras, y como poseído por los espíritus que aun gritaban en aquellos feroces campos, con rocines heridos, lanzas ensangrentadas, inocentes hombres, cañones con sus ruedas reventadas, botando humo, gritos, heridos que eran rematados, sangre, furia, espada y muerte, Páez recordaba.

Así siguió nuestra historia, tiempo después fueron otros, los que se empeñaron en callar las letras de Bolívar, hasta que, nuestra empujada patria, llegó a los años negros de inicios de mil novecientos, mismamente, el nuevo siglo pronto conocería al nuevo dictador.

El primer ladrón de nuestra historia política fue El Benemérito, Juan Vicente Gómez, quien al morir, dejo en el haber de su fortuna, ochenta haciendas y quinientas casas, sin dudas, el primer corrupto de este país.

El Benemérito, organizó por vez primera un ejército al mando de un estado, lo utilizó para reprimir y castigar hasta la muerte a todos los movimientos revolucionarios, inconformes, entre otras cosas, con el mal manejo, que este, emprendía en el país.

Dejó morir en sus mazmorras a invaluables luchadores, como fue el caso de Pio Tamayo, Maisanta y tantos otros que aun gritan ¡justicia!.

Negoció con los Estados Unidos vastos acuerdos petroleros, extendidos por décadas, sacaron del subsuelo millones de barriles de petróleo, esto, a cambio de armas para los incontables abusos.

Su hijo creó la Fuerza Aérea, tanto la militar como la comercial, la primera para poder reprimir levantamientos y la segunda para dejarla en manos de los franceses.

Gómez mandó a colgar en las altas y fuertes ramas de un árbol, a los revolucionarios Gabriel Chacón y Francisco Gómez, por intentar asesinar a su hermano, quien era gobernador de su tierra natal.

Lo hicieron con unos garfios con los que guindan descuartizadas reses. Este árbol aun se mantiene firme, y este hecho, sucedió un treinta de septiembre de mil novecientos treinta.

Traiciones y muerte han sido la historia de nuestro país, oculta, porque la oligarquía encierra sus culpas para salir airosos de estas. Pobre cruel oligarquía, luchas, dinero y golpes de estado, pero por siempre, repudiados por el pueblo.

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