Un día de mucha caña. Por Miguel A. Jaimes N.
Jueves, 04/08/2011 01:03 AM
Bebieron y no fué carato espeso. Este nuevo aniversario de El Nacional, nuevamente fue tomado en pleno por la oposición. Todos en pleno, bebían más de lo acostumbrado y hasta el hielo se acabó antes del medio día, y los mesoneros veían impávidos como se robaban hasta los pasapalos.
Mientras, Bobolongo, a quien casi no se le nota el remoquete, cogió una rabieta, pues ahora tiene que invitar a los adecos, quienes son los responsables de su alias, quienes en venganza lo etiquetaron hace años atrás por prohibirles la entrada a este bar mañanero que abre sus puertas solo un día al año, cada mes de agosto.
Este nuevo viejo aniversario sirvió para ver al dueño de esta corporación, Miguel Enrique, escoltado, inundado de guardaespaldas, protegido como un magnate mafioso de la desinformación.
Lo más inteligente de Miguel Enrique Otero se murió, fue su padre: Miguel Otero Silva. Este apostador de billar recibió una gran herencia, y todo el país sabe que es un conchabado, quien también recibe reconocimiento en la partición de bienes, todo a pesar de no ser hijo legítimo. Tampoco es ilegitimo, pero lo que sí está claro es que hijo natural no es.
Pero esa condición no es un pecado, lo que sí es un desliz es no reconocer a estas alturas la dudosa condición de donde viene y el seguir utilizando la presencia de su madre adoptiva ante las verdades dichas en La Hojilla por Mario Silva y desde el Dando y Dando de Alberto Nolia. Verdades que arrancaron demasiada roncha en la redacción de El Nacional.
Apostar a seguir presentando un diario quebrado y de los más desprestigiados de América Latina es solo obra de un suicida. Jamás un cuestionado “dueño” de periódico había estado tan deslustrado: MEO, Bobolongo, y el último: traguito, pues su predilección por los güisquis va en aumento y, a estas alturas, ni es disimulado frente a las cámaras.
Aniversarios de bobolongo, quien sigue montándoles fiesta a los candidatos de la oposición y, éstos, ni siquiera recordaron a su padre adoptivo.