Chávez brota en Mérida

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Por: Miguel A. Jaimes N. – M sc. Ciencias

Lunes, 02/11/2009 01:39 PM

El rio más importante que inunda los costados de la meseta del Estado Mérida, es El Chama, el cual brota desde el paramo Mifafi, territorio privilegiado del gran Cóndor de Los Andes.

Las aguas de este rio descienden desde la laguna Las Azules en los dominios del municipio Rangel, capital Mucuchies, allá, donde está el pueblo más alto de Venezuela, San Rafael de Mucuhies, escuchando las historias más savias de la vida con Don Epifanio, las cuales se perciben claritas a más de tres mil doscientos metros de altura, con los prolongados fríos de seis grados, hasta acariciar los bajo cero grados.

A este importante, pero contaminado afluente se le unen las copiosas lluvias que durante todo el año caen sobre aquella alta ciudad uniéndose con los rápidos afluentes de Milla, Albarregas y Nuestra Señora.

Mérida, villa de tenues tejados, ven convertirse sus calles en verdaderas quebradas con cada aguacero, sus aguas van a esconderse por cientos de desaguaderos y drenajes ubicados a las orillas de las aceras, gran cantidad de este torrencial líquido va a dar desde la alta planicie para alimentar las confluencias que bajan directo al Lago de Maracaibo.

En aquella intranquila y apacible planicie de mil seiscientos metros sobre el nivel del mar, está el poder popular, cientos de pobres, campesinos que descienden con curtidas chaquetas desde El Collado del Cóndor, apoyando abiertamente al Presidente Hugo Chávez, incorporados a las Misiones, acudiendo al llamado de marchas, concentraciones, en fin, construyendo el socialismo y ahuyentado a la canalla.

Aun, con la delicada situación diaria de muchos, a Chávez lo ven como el centro de la organización, y no como el lugar donde recostar el hambre, y así junto a él, poder impulsar la esperanza.

Asombrosamente, tratan de apartar la codicia y pincelarse con las franjas de los picos, no ignoran los llamados del Presidente dirigidos hacia la organización, crecimiento, apoyo y esperanza, trasformando estos postulados en confianza y coherencia.

Los restos arrastrados por las inundadas calles naufragan, llevados por las fuertes corrientes y en una estrepitosa caída de más de doscientos metros, saben que igual naufragaran las voces que blasfeman desde el púlpito de su Basílica.

Chávez anda en cada uno de sus sentimientos, los nombra, los recuerda, les cita, ellos, adoran a su Presidente, le bendicen cada paso, lo aclaman en cada calle, lo pintan en cada pared, le siguen sus caminos, quisieran llegar hasta la Esquina de Bolero, arrecostar sus chamarras, colar café y comerse sus arepitas de trigo y brindarle dulces abrillantados, darle jengibre y cultivarle en los jardines de Palacio los frailejones que rozó Bolívar en su Paso por los Andes.

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