Presidente no lo mataron porque no quisieron. Por Miguel A. Jaimes N.

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Lunes, 03/06/2013 03:07 PM

El 19 de abril de 2013 se celebraba el acto protocolar presidencial en El Hemiciclo. El presidente electo Nicolás Maduro se disponía a dar su discurso inaugural frente al país, el mundo y una treintena de delegaciones internacionales, cuando un muchacho irrumpe el ritual, toma su micrófono y rompe algo más que la formalidad y la seguridad de un mandatario presto a juramentarse.

No me reí, pero sentí las carcajadas de muchos. En ese momento algo peor le pudo haber pasado a la suerte de este país. En esta nación se siente que ni el primer mandatario cuenta con seguridad.

Esta acción rompió algo más que todos los supuestos anillos de seguridad de los que están acostumbrados a hablarnos. Con esto las alarmas se encienden, los avisos de algo infame, pueden estar comenzando a anunciar un mal final.

Esto pone a los infiltrados al servicio de la oposición. No hay dudas, quienes hicieron el traslado de este joven a cometer un acto nada inusual no fueron exactamente los abiertos opositores, pero si participaron los que andan escondidos.

Todavía escuchamos a los altos funcionarios achacar sus escondidos y agazapados errores al paro petrolero y al golpe de Estado protagonizados por la deshilachada oposición, a la cual muchas cosas le salen bien en sus planes por culpa de la ineficacia de quienes intentan gobernarnos.

Pero aquí también vale recordar como más de 100 paramilitares colombianos fueron instalados en el estado Miranda en la hacienda Daktari y durante meses los entrenaban en actividades de guerra. La intención fue asesinar al primer mandatario nacional. Pero la seguridad de Estado se percató meses después.

Yo que gracias a Dios no sé nada de policías ni de estrategias militares, lo primero que me pregunto es: ¿en manos de quienes esta la seguridad nacional de Venezuela? Acaso ¿sucederá lo mismo en Colombia, Brasil, Canadá, EE.UU., Arabia Saudita, Inglaterra o Francia? Opino que las magnitudes y descuidos de Venezuela, son más que graves.

Nuestros funcionarios policiales y militares están atrapados en la pantalleria de la Venezuela petrolera. Lentes oscuros, aires de galanes, correr en motos oficiales de alta cilindradas y encerrados en los vehículos del Estado con aire acondicionado, estruendosas alarmas y lindas luces de todos colores.

Terciados con sus pistolas 9mm, escopetas, fusiles y ametralladoras. Con celulares costosísimos que nadie se imaginan como logran comprarlos.

Por eso la seguridad de este país es una comiquita. Han dejado infiltrar a cientos de opositores. Personalmente conozco a diputados bolivarianos de la Asamblea Nacional que reniegan en contra de este proceso, pero buscan cada seis años ser electos por los estados por los cuales no hacen nada.

Lo sucedido al presidente Nicolás Maduro es una clara advertencia, podemos asesinarte cuando queramos. Así hablan los opositores encapillados que mantiene y protege este gobierno.

Ese 19 de abril fuimos la carcajada de muchos países. Dimos el pie para el chistecito internacional. Nuestra seguridad de Estado es pura pantallería, altanera con su propio pueblo y tenebrosamente conspiradora.

Quienes llevaron a este muchacho a la Asamblea Nacional lo encubrieron, protegieron, escondieron, escabulleron y le brindaron toda la logística necesaria para que hiciera lo que hizo. Él no llegó hasta allí por ser inteligente o por tener entrenamiento de espía. Llegó hasta el presidente porque lo llevaron, sabían de su estilo atrevido y lo que había hecho anteriormente en otros espectáculos, incluso su actuación en contra del candidato opositor.

El muchacho tiene el perfil y así lo utilizaron. Pero esto estuvo muy bien que sucediera porque al menos demostraron lo que son capaces de hacer. Esta fue una acción de la oposición bolivariana, de la que esta infiltrada, la que está jugando al magnicidio.

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