Colombia hondo el problema. Por Miguel A. Jaimes N.
Miércoles, 14/03/2012 05:16 PM
A mediados de la década de los ochenta desde Colombia el mundo se enteraba del asesinato de sus candidatos presidenciales. Dos de ellos pertenecieron a la Unión Patriótica: Jaime Pardo Leal, asesinado el 11 de octubre de 1987 en la Mesa de Cundinamarca.
También de la UP fue Bernardo Jaramillo Ossa, quien con apenas treinta y tres años fue asesinado en Bogotá el 22 de marzo de 1990.
El mismo drama pasó Luis Carlos Galán Sarmiento, aniquilado el 28 de agosto de 1989 y quien seguro habría hecho alianzas con los principales partidos de izquierda; fue mandado a asesinar por uno de los máximos colaboradores del uribismo; Alberto Santofimio Botero.
Santofimio fue hallado culpable de ser el autor intelectual del asesinato de Galán. Sin embargo en octubre de 2008 fue dejado en libertad por decisión de un tribunal. Para el 31 de agosto de 2011 la Corte Suprema de Justicia de Colombia ordenó su recaptura al revocar el fallo que había anulado la condena original; Santofimio enfrenta una sentencia de 24 años de cárcel por la autoría intelectual del asesinato de Luis Carlos Galán.
También, Carlos Pizarro Leongómez fue asesinado el 26 de abril de 1990 su muerte coincidió con el mismo mes que había creado su organización guerrillera: el M-19. Provenía del entonces movimiento guerrillero que sustrajo la espada de Simón Bolívar.
Toda Colombia siguió la aventura de sus líderes y terminó llevando los ataúdes a los diversos pueblos donde habían nacido sus líderes. Y en esta misma racha a igual pena fueron condenados miles de colombianos que tuvieron que empezar a vivir perseguidos con fatídicos resultados de muerte y desolación.
En Colombia la oligarquía no permite una vía progresista. En Colombia la disidencia se mata. Ningún colombiano puede atreverse a inspirar nuevamente a un Pardo Leal o un Galán, mucho menos pensar en un Pizarro o Jaramillo.
La institucionalidad de la violencia conmina a los distintos y diferentes a tener la misma suerte de miles que aún hoy son perseguidos, desmovilizados y asesinados sin misericordia.
Los carteles del narcotráfico metidos hasta en las hostias de las iglesias hacen de esa nación un dialogo único entre la derecha y la ultraderecha.