Ursurpadores blandiendo escapularios. Por Miguel A. Jaimes N.
Lunes, 13/12/2010 05:18 PM
“Me llama el fiscal y me dice que seré presentado ante un juez para que deje de hablar tonterías en contra del gobierno. Me gritan que no están de acuerdo con lo que blasfemo, que debo dejarme de inventar tanta bravuconería en contra del presidente Hugo Chávez”… ¿Cómo se llama la obra?: Baltazar Porras delira.
Bien dicen los viejos que con la iglesia no hay que meterse, pero con los curas sí. Y es que los abates apoltronados en lujosas iglesias son reyes de fabulas y mentiras. Verdaderas bandas de engañadores incapaces de dar al menos una palabra de cambio.
Mientras extensas zonas del país se inundan, la curia anda redactando boletines e informes de inteligencia aprendidos de un manual de Washington.
Que dotes de escritor tiene Monseñor Porras, impío echando pestes en enviados informes a la Central de Inteligencia Americana.
Bien lo escribía hace varios siglos William Shakespeare en obras que aún conserva muy bien un gran amigo que habita a lo alto de una montaña, me enseña las portadas en cuero de ovejo, paginas en papel biblia y al orillo de cada una de ellas repasado finamente en oro.
Y es que Shakespeare escribió muy bien la bajeza de los seres humanos, su nivel de enredar verdades, y de blasfemar contra su prójimo.
Baltazar Porras es del estilo de viejos dictadores suramericanos, incluso mando a quitar del Palacio Arzobispal de Mérida una colección de aves porque tenían demasiados colores rojos.
Sueña con reprimir y perseguir todo lo que le suene a revolución. Su estilo hace recordar viejas dictaduras allanando casas y quemando cientos de libros, aquellos, los ignorantes que sentían en cualquier obra el peligro a las nuevas ideas.
Fue así como incendiaban los textos titulados: “La Cuba Electrolítica” por considerarlo de origen cubano y procomunista, mientras que “La Sagrada Familia” de Federico Engles no era tocada.
Su fondo ignaro, fulero, distanciado del verdadero predicador. Acomodado con lujosos trapos, fino en las grandes comilonas, hombre de odio al andar. Usurpador blandiendo escapularios de oro y rebosados de piedras preciosas.