Un hijo enemigo de Dios. Por Miguel A. Jaimes N.
Jueves, 16/12/2010 04:53 PM
Son las cuatro y treinta de una tarde fría, van cayendo la acostumbrada lluvia, Evaristo a paso apurado busca resguardar sus únicas ropas.
Se protege debajo de una hilera de apartamentos que van desde la avenida cinco, entrecruzadas por las calles veintidós y veintitrés, todos situados hacia la parte trasera de la Basílica merideña, y una manzana completa administrada por el máximo prelado, Baltazar Porras.
A su lado una anciana dice: ¡Hijo mío!, pobre obispo con el demonio en la sotana como dicen por ahí. Yo no puedo unirme a voces tan fuertes, aunque reconozco que ellos no son mansos como aparentan, hay de todo en la viña del señor y cuando este Baltasar genera tanto odio y rechazo pues hijo mío, por algo será.
Prosigue: La macana, como dicen los ches, es que allí sigue, a sus anchas, en su Palacio Arzobispal, sin loritos rojos, ve chavistas por todos lados, pero allí sigue empotrado, con sus dos o tres viajes anuales a Europa, dizque para visitar al Papa, evadiendo y eludiendo impuestos, escribiendo en contra del gobierno a sus anchas, y no hay ley resorte que valga, la eterna impunidad que les sirve de mampara, y es que entre ellos se entienden, oposición y curas no son tan amigos, como aparentan, no te engañes.
Mira, en días pasados vi al otro, al Cardenal Urosa, declaraba por tv que ellos, los obispos, no podían prestar sus palacios al pueblo damnificado porque esos espacios eran destinados solo para el culto.
¡Por favor! ¿Para qué culto? el culto a la austeridad? ¿O al ego? La misa se puede decir hasta en la plaza, y en esos palacios que abarcan manzanas completas, dime tú, cuantos apartamenticos se podrían construir para los que hoy lo perdieron todo.
Ni que decir de las llamadas casas parroquiales que son grandes mansiones, ni tan austeras, pero en su uso mansiones al fin.
Y si preguntas, allí viven dos o tres personas cuando mucho, son espacios enormes. Es apabullante. Allá en Mérida las llamadas monjas dominicas son propietarias de inmensas mansiones hasta de 150 habitaciones, en San Javier del Valle y Lagunillas, también de Mérida, más allá, en Ureña, Palmira, en todas partes.
Y mira, siempre están vacías, porque allí viven como reinas solo dos o tres monjitas, y uno que otro cura que llega a temperar de vez en cuando. Eso clama ante los ojos de dios. Entre tú y yo porque no debo hacer comentarios contra mi iglesia católica, pero vamos, es alarmante tanto descaro.
En fin hijo mío, una sola golondrina no hace verano, y si Chávez y su gobierno reciben tantos ataques de estos, es porque les han puesto el dedo en la llaga por sus tantas ostentosidades que no los hacen parecer hijos de Dios, entiendes Evaristo.
Cuídese hijo mío.