A los que hoy no están. Por Miguel A. Jaimes N.

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Miércoles, 05/03/2014 08:03 PM 

Estudiantes caídos en la cuarta república

Dar cuenta de varias décadas plasmadas en incontables letras, capaces de reflejar a quienes hasta hace poco borroneaban los grandes sucesos de la población sobrehumana de luchas estudiantiles no es fácil.

Muchas iniciativas permitieron cumplir el compromiso de quienes se mantuvieron organizados en los años duros, ganándose el espacio transversal de los tiempos, manteniendo anhelos de una a otra generación estudiantil. Aquella época fue la vigencia continuada como condición indispensable que plantearía un camino de luchas estudiantiles desde 1960 hasta el 2000.

La historia del movimiento progresista estudiantil merideño debe contarse, relatarse y divulgarse en la pluralidad a pesar de los concentrados y duros tifones de quienes mantuvieron la dignidad del aplomo, aquellos que se atrevieron a apartar los desórdenes de oradores y trascendieron en sus proclamas hacia el hombre nuevo planteado por el Che Guevara y el cual orientó las lecturas de la lejana distancia.

La experiencia de un hombre nuevo como bien lo ordenara Ernesto «Che» Guevara resistió las políticas de las cenizas, impuestas a postulados libres. Si supiéramos que los que no están en vida pudiesen escucharnos, les diríamos: “Hermanos, ustedes los que no están, los recordamos en el respeto por su participación en pasadas luchas insurgentes, ustedes que enseñaron el reclamo a partir de los movimientos revolucionarios que lideraron los años ásperos y acercaron los caminos en las intentonas de cada protesta estudiantil”.

En estos hechos, Venezuela tuvo uno de los peores referentes de derechos humanos en este sombrío hemisferio, comparados con las guerras centroamericanas de los años setenta y ochenta del siglo pasado auspiciadas por las ayudas de Norteamérica en violaciones a las herencias civiles notadas en esos tiempos.

Pero hoy, muchos acorralan con sus malos ejemplos e intentan detener las luchas estudiantiles de este continente pensante, desde abril del 2009 el Comando de Movilidad del Aérea estadounidense propone que la base militar de Palanquero (Colombia) pueda convertirse en locación de seguridad cooperativa. Casi la mitad del continente puede ser cubierta por un C-17(transporte aéreo) sin recargar combustible, estrategia global de ruta que ayudaría a lograr el control hacia otros continentes.

Desde este espanto no tan distante se intensificaron acusaciones contra los dirigentes estudiantiles, imputándolos de guerrilleros, narcoterroristas; comunistas, subversivos y miembros del bolivarianismo. Son muchas las imputaciones que bien pudiesen catalogarse de pendencieras, pero que en el fondo dieron origen a opacar a los sectores sensibles de una sociedad: sus estudiantes.

Cantaura, Yumare, Tazón, El Amparo, las exhumaciones de los caídos en las gloriosas luchas del 27 y 28 de febrero de 1989, los fusilados en las rebeliones de febrero y noviembre de 1992, esto sumado a los incontables casos de luchadores asesinados y ferozmente torturados nos colocan en una nueva vía que con honor debiera asumir la justicia venezolana.

Este reclamo sigue dentro de este volcán tal y cual nos lo plantea el autor de esta obra, condición indispensable para la participación sin opacidades. Tenemos que rescatar desde el dolor de los caídos los ánimos para la circunferencia del cambio que estamos iniciando. Asistimos a la mudanza generacional de la historia, no podríamos seguir con las mismas instituciones, los mismos lineamientos generacionales, debemos buscar herramientas en los términos de múltiples generaciones y expresiones desde los sentimientos de aquellos dirigentes estudiantiles que ayer fueron, sintieron e insurgieron, pero no aspiraron a hacerse del poder y desde él, imponer el paso y la palabra. Aquellos dirigentes juveniles fueron mucho más que eso.

Los estudiantes nunca pusieron precio a la dignidad propia o ajena, ni convirtieron la lucha en mercado, simplemente se destacaron en lo político, en las direcciones del quehacer de marchantes que disputaron proyectos y no clientes.

Como pueblo nunca aspiraron al perdón o a las dadivas de un puesto, ni a ningún cargo o componenda; los dirigentes estudiantiles fueron puros. Tal vez por eso el destino no quiso que sus cuerpos siguieran en estas tierras andinas pues sus almas demasiado puras no cabían en sus cuerpos y debían trascender.

Nunca simularon participación, mucho menos compraron saldos para humillar. Fueron desafío y reclamo. Supieron que los ánimos de justicia y libertad sólo se logran en los pisos de todos los tiempos.

Los estudiantes que adoptaron la ciudad de Mérida para luchar y que ésta los convirtió en sus dirigentes no fueron moda pasajera cual ligera tonada, o fotos en blanco y negro que después fueron colores, mucho menos fueron para archivarlos en el calendario de derrotas o en páginas web que deshonran la verdad histórica.

Este país aún luce con nostalgia. Jamás podrán ser taimados en el cálculo que finge la palabra y esconde la paz simulada, pero que anhela la guerra eterna y el arrepentimiento como si fuésemos una compra-venta.

El ejemplo que nos dejaron fue la constante marcha estudiantil, indígena color de tierra, la que desvela a los venezolanos que aún se esconden y a quienes les duelen aquellos años crueles. Nunca pretendieron ser portavoces, sólo una mesurada voz entre todos los léxicos, donde resuenen en el tiempo los ecos de la dignidad.

Aquí seguirán, no en una lejana espera, no en un arrollador protagonismo, armados o no con fuego, pero luchadores como siempre fueron y hoy los recordamos: ayer pueblo, hoy más pueblo aún.

Desde hace siglos los poderosos preguntaban a los de abajo, ¿Por qué Bolívar sigue con ustedes? ¿Quién les da permiso, señores? Sólo que los de abajo respondieron: con la aquiescencia nuestra, la que utilizamos desde hace exactamente cinco siglos que lanzamos un grito y fuimos rebeldes indígenas junto a Guaicaipuro, Terepaima, Yoraco, Caracas, Carabobo, Timotocuicas, Guajiros y Caribes. Así nos llamamos y siempre lo seremos.

Los estudiantes anunciaron desde allá arriba el final de un temblor, donde todo pasará, dicen que somos pocos, que débiles fueron, que no somos más que un photoshop, una entelequia, una anécdota, un espectáculo, un desfile, una nota, un producto perecedero con la fecha de caducidad cercana. Creen que estamos solos y desde siempre han preparado nuestra derrota, sólo que esta vez no obtendrán la corona.

La valerosa dirigencia estudiantil de entonces afirmó que el color de la tierra es tuyo y porque es tuyo es de todos, porque con una sola mirada nuestra, con una sola palabra, como el reconocimiento de esta continuada lucha no seguiremos siendo la vergüenza del color verde del dinero. Rebeldes somos porque es rebelde la tierra.

Su pensamiento hoy nos dice: no venimos a decir qué hacer, ni a guiar a ningún lado, venimos a pedir humilde y respetuosamente, que juntos no permitamos la amanecida sin una bandera con un lugar digno para nosotros.

Estamos con los del pasado eterno y concurrimos los rebeldes perpetuos. No es slogan “Los de ayer y los de hoy” de las varias generaciones de ex dirigentes estudiantiles inmolados, hoy reunidos permanentemente, itinerantes aún en la hermosa ciudad de los crepúsculos azules, cuna de los invaluables “Caballeros de la Resistencia Popular”.

La Mérida del otrora movimiento estudiantil, graduados en el tiempo de sus ejemplos, llevados siempre en el recuerdo de años pasados, donde la seriedad de la dirigencia estudiantil tuvo un compromiso frente al país. Testigos en el estudio de hechos históricos que fundaron nuestras universidades. Ejemplo digno de hombres y mujeres que participaron incluso en la Firma del Acta de la Independencia un 19 de Abril, hace doscientos años.

Posteriormente, parte de la generación de 1928, sufrió destierro, persecución, exilio y muerte, pero esto no paró la lucha contra las dictaduras y los gobiernos de la Cuarta República. Dirigentes estudiantiles perseguidos, allanadas sus residencias, fueron cazados por las hordas fascistas de AD y COPEI, quienes practicaban el acecho y la captura de dirigentes revolucionarios para torturarlos y llegar hasta el asesinato y la desaparición forzada.

Los techos rojos merideños, sus viejos habitantes, testigos de las costosas luchas estudiantiles, fueron testigos de aquel pueblo que lloró junto a sus estudiantes las muertes de Domingo Salazar, José Uribe, Rosas Piña, Carlos Bello, Magdiel Páez y tantos otros caídos en las avenidas Universidad y Tulio Febres Cordero, así como en otros sitios de sus calles con los núcleos del Táchira y Trujillo. Sitios que debieran ser declarados Camposantos, aquí cayó uno, allá otro, aquí uno más. Aquí cada pedacito de calle habla.

Siempre se recordará con dolor y dignidad la cantidad de estudiantes abatidos en aquellas feroces luchas, cuando se suspendió la Constitución de la República, hechos que no amilanaron a quienes denunciaban los asesinatos y el abuso en los trágicos sucesos del marzo merideño de 1987 y posteriormente las luchas que no descansaron.

Cuando en las tanquetas de la Guardia Nacional y furgonetas de la policía se golpeaban estudiantes que después simplemente eran declarados sin signos vitales, cuando en los calabozos de aquellos cuerpos militares y policiales se sacaban palabras con electricidad, bates, patadas y puñetazos, mientras infames dedos sobre teclas de sucias máquinas de escribir montaban en la creatividad lúgubre expedientes que azotaron durante años duras cárceles.

Los estudiantes junto a sus dirigentes eran tendidos boca abajo por represivos policías, militares y guardias nacionales provenientes de todas partes del país, la orden era detener las luchas estudiantiles costara lo que costara. Pisaban con sus botas por encima de sus cabezas y pateaban sus cuerpos. Muchos eran golpeados con pedazos de ladrillos hasta volarles toda su dentadura, otros torturados salvajemente hasta la muerte. La misión era sofocar a como diera lugar, bajo los métodos que fueran necesarios y ahogar las protestas estudiantiles en Mérida.

Sin embargo la dirigencia estudiantil abrió las puertas de su Aula Magna después de Febrero de 1992 para realizar asambleas cuando en el país los homicidas de Miraflores suspendieron las garantías constitucionales. Entonces las calles de Mérida fueron testigos de incansables y constantes marchas junto con las madres y esposas de aquellos militares rebeldes también de los sueños azules.

Pero nada logró detener la heroica lucha de aquellos jóvenes dirigentes, como hoy tampoco nada ha logrado opacar sus recuerdos y ejemplos de valor, dignidad y lucha.

Si estuvieran vivos hoy tampoco estuvieran impávidos ante el momento gris que atraviesa nuestra Alma Mater. Muchos estudiantes, profesores, empleados, obreros, autoridades, esperan en descanso que la “pavura antiacadémica” pronto sea derrotada, como rendidos fueron en el pasado todos los gobiernos que desearon acabar con nuestra dirigencia y que hoy muertos aún siguen en la viva historia de gran parte de este país.

Aún escuchamos al cantor Alí Primera en nuestras facultades, pasillos, aulas, auditorios, Alí canta; “Alma Mater te quieren matar, los enemigos de adentro, los enemigos de la oscuridad”. Pero también oímos; “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos y a partir de este momento es prohibido llorarles que se callen los redobles en todos los campanarios…”

Gloriosos los ex dirigentes estudiantiles de los Núcleos de Táchira, Trujillo, Barinas y Guanare que junto a Mérida cayeron luchando por el país que nosotros hoy vemos. Hoy decimos: no habrá descanso, no habrá olvido.

Por estas razones, en esta época no somos indiferentes ante las briznas de cambio que mañana serán poderosas tormentas de libertad. Decimos que decididos estamos a empujar un verdadero cambio popular, solidario, incorporando los paradigmas impregnados de la conciencia histórica de nuestra nación: el pueblo junto a sus estudiantes.

Estos sueños y luchas se escuchan en la entonación de sus nombres y sueños que acusan directamente a la llamada cuarta república, pero ahora con precisión, números relatamos y contamos una parte de la historia de los combatientes caídos, pues no habrá libertad sin el recuerdo de los que hoy no están, ahora batimos las banderas del tiempo de aquellas libertades, hoy encontradas en el no olvido.

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http://www.aporrea.org/actualidad/a183428.html

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